martes, 12 de abril de 2011

Opinión. Vivan los guachinches. Paco Déniz.


En el contencioso contra los guachinches, algunos empresarios de bares y restaurantes cuentan con el apoyo de Coalición Canaria y de la Cámara de Comercio de Santa Cruz, no así con los ciudadanos del chicharro que peregrinan por esos andurriales en busca de la cuartita de vino todos los fines de semana.

El consejero de agricultura se ha puesto al frente de la reivindicación empresarial decidiendo incrementar el estado de excepción contra los guachinches de Tenerife. Hace dos años que se viene aplicando una normativa consensuada al respecto y no constan incumplimientos destacados. En aquella ocasión, y como respuesta a la crisis, los dirigentes empresariales de restaurantes decidieron que había que quitarle clientela a los guachinches y despertaron el fantasma del fraude, como si algunos bares y restaurantes no defraudaran a los parroquianos. Ahora, como quiera que la crisis no parezca que tenga fin, pretenden darle otra vuelta de tuerca a los acuerdos para regular esta actividad. Como ven, son solidarios estos empresarios. Desde que comenzó la llamada crisis económica, la competencia del empresariado contra su sector más débil está siendo muy cruel. No digamos ya contra sus asalariados. Lo vemos en la cantidad de parados, lo vimos en el conflicto del mercadillo de Aguere y lo estamos viendo en el rastro de Santa Cruz. Por lo visto, el guachinche roba clientela a bares y restaurantes, pero los “restauradores” no se preguntan el porqué, sino que directamente lanzan acusaciones de todo tipo contra estos negocios familiares que, efectivamente, han prosperado. Muchos albañiles y camareros parados han retornado a la huertita, plantado papas y adecentado sus viñas para ganarse un sustento. Habilitan el garaje de bloque pelado y toda la familia se pone a fregar y a preparar comida delante de ti. A pesar de semejante pulcritud, algunos esnobs siguen pensando que eso es cutre e insalubre, y utilizan el vocablo guachinche despectivamente. Igual que el de mago y maúro. Qué se le va a hacer, allá cada uno con sus gustos y esnobismos. Pero que sepan que ni la Virgen de Candelaria ni el Tete son la atracción económica principal de la isla. La ruta del guachinche ocupa este lugar. ¿Será por el mantel de hule a cuadros? ¿Será por lo amañada que es la cuartita de vino en formato pepsi? ¿Será por el precio razonable y el tono familiar?, no lo sé, pero los restaurantes deberían innovar en este sentido puesto que es lo que se demanda.
Lo único que habría que exigir a los guachinches actuales es que calcen bien las mesas, porque no hay derecho que se te mueva todo y te den tonturas cuando pinchas una papa. Por eso, en vez de mandarle a la policía, el Cabildo debería enviar a su consejero con unos saquitos de cemento subvencionados a emparejar el piso