jueves, 5 de mayo de 2011

Opinión. Mini-justicia. Paco Déniz.


En una reciente celebración del 40 aniversario de mi instituto de EM en mi añorado barrio de Schamann, tuve la ocasión de reencontrarme con numerosos colegas de una parte importantísima de mi vida. Nos echamos unos piscos y alegamos; en fin, hicimos un recuento de nuestras vidas.

Con más o menos fortuna, pero con las mismas convicciones de finales de los 70, con menos pelo y más barriga, orgullosos de lo que hicimos y conjurados para volverlo a hacer si fuera necesario, pasamos un rato chachi, aunque también hubo un saldo negativo. Algunas encarcelaciones por trapicheo de coca, robo de pensiones a jubilados y por un caso de pederastia nos pareció justo. Una amiga murió en accidente de moto y uno de mis grandes colegas se mató huyendo de una redada policial en un tren de España. Mi gran amigo Ale sucumbió ante el sida y Carmelo La Negra se le paró su vida exagerada por un infarto total, donde sufrió detenciones por escándalo público y terapias de choque por mariquita. Concluimos pidiendo la decapitación para el colega pederasta. Mis amistades tienen apellidos baratos, como los míos. Como barata era y es la vida en mi barrio. La justicia no tiene miramientos con los apellidos baratos, en cambio, con los ilustres es muy escrupulosa. El proceso judicial por el atropello del mini en Santa Cruz de Tenerife ha sido escandaloso. Si los pijos acusados, en vez de tener apellidos vinculados a los poderes políticos y económicos del insularismo ático, hubieran tenido apellidos baratitos, no los libraba del talego nadie. Con tres muertes sobre la mesa por una carrerita pija en coches pijos de papi y de mami, los jóvenes acusados se irán de rositas. Son muchos cables, roces y bienes relacionales los que se mueven ahí arriba en las altas alcurnias. Encima, algunos voceros han dicho que la gente se ha metido en demasía con estos niñatos, y no es así, en el fondo, la gente ha esperado la sentencia para poder confiar en la justicia, para poder dormir tranquilos soñando que la justicia es igual para todos, pero han dormido recondenados una vez más. Los sueños, sueños son. Sigue siendo la misma justicia, una para las familias ilustres y otra para los que roban gallinas.
También hemos seguido el juicio contra un presentador televisivo local de apellido resultón por abusos reiterados a menores, y tampoco irá a la cárcel. Entonces, díganme ustedes una sola razón por la cual el populacho de apellidos y barrios baratos deba confiar en la justicia. Una sola.