sábado, 23 de octubre de 2010

Opinión. La agricultura, el paisaje y las palabras. Rafael González Martín.


El pasado día 21 de octubre, el alcalde de Tacoronte (D. Hermógenes Pérez) y el consejero de agricultura del Cabildo de Tenerife (D. José Joaquín Bethencourt), participaron en la presentación de las Jornadas a Debate del Presente y Futuro de los Mercados del Agricultor de Tenerife, celebradas en la Casa de la Cultura de Tacoronte.

En este acto, ambos políticos expresaron con firmeza la idea de que la agricultura local supone una actividad esencial en Tenerife, tanto porque es el fundamento de la denominada “soberanía alimentaria”, como por mantener vivo un paisaje que resulta “atractivo al turista”; igualmente se hizo referencia al importante papel que juega como fuente de ingresos complementarios en la economía familiar en el Norte de Tenerife.
Ambos políticos, con funciones actuales en los equipos de gobierno municipal e insular, afirmaron que es una necesidad el asumir los conceptos de soberanía alimentaria y de producción agrícola sostenible en el presente y futuro de Tenerife.
Por desgracia, todas estas ideas quedan en simples declaraciones de cara al público asistente cuando analizamos qué medidas toma la Administración que ellos representan para poder llevar a cabo tales fines.
Nos encontramos por un lado que la política de fuerte subvención a las importaciones masivas, que supone el Régimen Especial de Abastecimiento, implica la competencia desleal de muchos productos llegados del exterior, cuyo precio artificialmente reducido hace inviable cualquier oferta de producto local a precio similar, de cara al consumidor.
Por otro lado, observamos que diversos proyectos de infraestructura propuestos por el Cabildo de Tenerife y aplaudidos por los ayuntamientos regidos por CC y PP, tales como la ampliación de carriles de la autovía TF5 o la implantación de un tren en el Norte de Tenerife, supondrán una nueva desaparición de muchas hectáreas de tierras en cultivo actualmente (1), así como la inutilización de otras tantas al quedar segmentadas o aisladas por dichas infraestructuras.
Por último, una política de subvenciones dirigida a las grandes empresas de monocultivos para la exportación, (grandes consumidoras de productos fitosanitarios), en lugar de dirigirla a la protección del pequeño y mediano productor agrícola tradicional, que diversifica su producción y permite mantener un suelo menos contaminado, supone una nueva discriminación política que choca de frente con todo lo expuesto.
No nos dejemos engañar por palabras bonitas en conferencias y medios de comunicación. Los políticos en el poder actualmente en Tenerife y Canarias apostaron ya hace tiempo por otro tipo de agricultura, de paisaje y de modelo económico. No nos vale que nos digan que la producción local adolece de males como fallos en la comercialización o en la publicidad, cuando ellos se encargaron hace años de allanar el camino a las grandes cadenas multinacionales que controlan el mercado actualmente (2).
El futuro de la agricultura pasa efectivamente por medidas tales como potenciar la formación de nuestros productores o por modernizar los medios de comercialización, pero también por una serie de ayudas de la Administración, que debe mostrar un mayor compromiso con medidas efectivas tales como facilitar las asociaciones de productores locales, el acceso a las ayudas económicas y la competencia leal con el mercado tradicional de productos importados.
Tanto las primeras como las segundas son fundamentales si queremos seguir contando con una producción propia de calidad aceptable y que garantice al agricultor una renta mínima que le permita mantener precisamente esa producción. Sólo así ganaremos todos.
1 - (El Tren del Norte afectará a unas 33 ha de suelo agrícola, según consta en su propio informe de sostenibilidad ambiental).

2 - (En 2007, el mismo Consejero de Agricultura declaraba en la prensa que “son necesarias modificaciones legislativas y determinados mecanismos normativos que protejan el suelo rústico ante la instalación de determinadas infraestructuras”. La superficie cultivada en Canarias pasó de 54.000 ha en 1990 a 43.700 en 2000, es decir, se perdió un 20% en sólo 10 años).

(Rafael González Martín es geógrafo y miembro del Comité Local de Sí se puede en Tacoronte).