domingo, 3 de enero de 2010

Opinión. Carta a los Reyes Magos para Domingo Berriel. Comisión de Medio Ambiente Sí se puede.


Queridos Magos de Oriente: Como ustedes ya nos conocen, saben de nuestro trabajo y se hacen idea de lo que nos pueden traer: mucha capacidad de resistencia para seguir defendiendo nuestra tierra. Por eso este año nos permitimos llamar su atención sobre un conciudadano nuestro, porque escribe sus cartas tan llenas de mentiras que es capaz hasta de engañar a personas nobles y buenas como ustedes. Nos referimos al señor Domingo Berriel, presunto Consejero de Medio Ambiente y Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias.

Este hombre comenzó sus andanzas en Fuerteventura, hace años; no fue el único, pero sí uno de los principales responsables de que en la Isla fabricaran tantos hoteles y apartamentos, que para poderlos hacer funcionar hubiera que traer a miles de personas trabajadoras de todas partes, en un lapso cortísimo de tiempo. Hasta tal punto fue así, que las niñas y los niños majoreros se llegaron a convertir en una exigua minoría en las escuelas de la Isla, lo cual debió volverles a ustedes locos de la cabeza para atender cartas en tan diferentes idiomas, pues no daba tiempo razonable para que se adaptaran a su nuevo paisito. Ahora, cuando el estallido de la burbuja financiera derribó aquel frágil modelo de especulación inmobiliaria, y muchas de estas personitas se están teniendo que marchar con sus familias (cuando ya empezábamos a conocernos mutuamente), el señor Berriel mete la cabeza en la duna y dice que la solución no es cambiar el modelo, sino seguir con más de lo mismo.
Después de convencer a sus amigos de Asamblea Majorera de que el neoliberalismo es lo que mola, le fueron dando pataditas hacia arriba y, tras pasar por varios cargos, lo tenemos de responsable del medio ambiente en Canarias: responsable de cargárselo porque, siguiendo los Milagros de la inefable Luis Brito, resulta que quien más defiende obras públicas destructivas e innecesarias no son los consejeros de Infraestructuras o de Industria, sino aquellos a los que les pagan para (presuntamente) defender la Naturaleza. La última ocurrencia de este señor es eliminar un catálogo de especies amenazadas que se realizó hace pocos años con un alto grado de consenso con toda la comunidad científica (y que, al tratarse de un decreto, se puede modificar puntualmente, para mejorarlo o actualizarlo, en cualquier momento). Lo quiere sustituir por un nuevo catálogo tan rebajadito, que a dos terceras partes de las especies amenazadas les reduce o elimina del todo la protección. Y además lo hace por ley, para ‘blindarlo’ y que no venga nadie detrás a enmendarle la plana. De este modo, queridos Magos, pretenden iniciar obras que las leyes, la conciencia ciudadana y la movilización colectiva habían conseguido frenar hasta ahora: un campo de golf que querían pintar de verde sobre coladas negritas de tan recientes, en el sur de La Palma; un macromuelle en Granadilla que no va a servir de nada, más ahora que el tráfico marítimo mundial de mercancías ha caído un 40 por ciento, y que la crisis del petróleo barato está a la vuelta de la esquina; un montón de autopistas y carreteras extra, en la región del mundo donde existe más viario por kilómetro cuadrado (a ustedes el año pasado casi les atropellan a un camello).
Pero Berriel ha dicho tantas mentiras al respecto, que todas juntas no caben en esta carta. Que si tiene informes que avalan sus paridas (¿quién los hizo?, ¿dónde?, ¿por qué no los enseña?). Que si los científicos no le van a decir a los políticos lo que tienen que hacer... Pero vamos a ver, señores Magos —ustedes que vienen de lejos, tienen muchos años y ven las cosas con objetividad—: que una plantita o un bichito se encuentren, o no, en situación de amenaza, riesgo de extinción o con un futuro despejado de problemas, ¿cómo se decide? ¿Mediante un análisis científico riguroso? ¿O por ‘ciencia infusa’ a partir de la ideología que uno tenga, ya seamos más de izquierdas o de derechas? Porque da la impresión que el estado de conservación real de cada especie es un dato objetivo, y que será luego la ideología que domine en la sociedad la que decida qué medidas tomar al respecto. Y aquí viene la última mentira de Berriel: Se le ha ocurrido decir que los de la plataforma Sí se puede (o sea, nosotros) son quienes estamos detrás de la oposición al (des)catálogo. A nosotros nos encanta que Domingo nos perciba tal como estamos, al otro lado del barranco: nos preocuparía mucho que un tipo así considere que estamos en su misma orilla. Pero de nuevo esgrime una trola muy grande, porque a la Ley para descatalogar la Naturaleza Canaria se oponen muchísimas personas —más y más cuanto más se difunde su contenido—, entre las cuales se cuentan muchas de las más preparadas científicamente (esa misma que está en condiciones de evaluar el estado real de la Naturaleza). Y en cuanto a la relación de Sí se puede con este movimiento, como dijeron los zapatistas: ‘detrás de nosotros estamos ustedes’.
Pues bien, señores sabios de Oriente, ¡mucho cuidado!: ni se les ocurra traerle carbón al nota este, porque es capaz de quemarlo en la central de ciclo combinado que quieren instalar en Agando, en Granadilla o en cualquier otro punto de Canarias, para justificar que no se ponga ni un aerogenerador más; o de botarlo todo al mar, a ver si acelera la destrucción de los sebadales, sin tener ni siquiera que descatalogarlos. Tráiganle más bien una tabonita de piedra de Tindaya, aunque sea desgajada de una esquina de la sede central de CajaCanarias en Santa Cruz. Déjensela escondida en su asiento del despacho de la presunta Consejería: que cada vez que se siente se tenga que volver a levantar del susto. A ver si con la inercia coge carrerilla y dimite de una vez, como ya le hemos pedido. Vendrán otros presuntos. ¿Peores?, no lo sabemos, pero seguro que menos faltones a la verdad.