miércoles, 6 de enero de 2010
Opinión. Afganistán y el Nobel de la Guerra. Rubens Ascanio.
Hay algo extraño e inquietante en el cuadro “saturno devorando a sus hijos” de Goya, es una visión horrible que se te graba en la mente, una imagen que no me deja de recordar la brutalidad del ser humano. Esa brutalidad ha sido palpable en estas últimas semanas mientras los poderosos decidían sus cuotas de responsabilidad en la destrucción del planeta con las bombas y la muerte haciendo acto de presencia día tras día en Afganistán dejando muertos y más muertos sobre un país que hace años que dejó de existir en la realidad.
Hace un tiempo en un documental español se podía ver imágenes de la antigua televisión afgana, en la época donde el gobierno socialista gobernaba la República Democrática de Afganistán con el apoyo de la Unión Soviética. La imagen de una chica joven de ese país con el pelo rojo que cantaba sin velo y vestida a la moda filo punky de mediados de los ochenta me llamó poderosamente la atención, como ha cambiado Afganistán, como ha cambiado el mundo.
El occidente capitalista convirtió la intervención soviética en defensa del gobierno socialista del país asiático en una cruzada por la libertad. Millones de dólares se destinaron a formar, entrenar, armar y fomentar a los “valientes” guerrilleros anticomunistas, esos chicos tan simpáticos con sus pintorescos turbantes y barbas descuidadas. No importaba nada, al fin y al cabo el imperio necesitaba devolverles la derrota de Vietnam a los soviéticos.
No creo que nadie se extrañe a estas alturas de saber que la CIA y otras agencias de inteligencia occidentales se encargaron de hacer el trabajo sucio a los “libertadores” afganos dotándolos de las mejores armas posibles y una potente difusión mediática. En esa época incluso Rambo en la “película más violenta de la historia” viaja a Afganistán para ayudar como decía al final del film a la “gallarda gente de Afganistán”.
Todo era maravilloso en esos días, daba igual que los alegres guerrilleros fueran fundamentalistas religiosos, al fin y al cabo, como decían los medios del imperio en esos años, rezaban al mismo dios. No importaba que los mujaidines tuviesen a sus mujeres envueltas en burkas y sin ningún derecho, ellos eran buenos mientras que el gobierno laico apoyado por la Unión Soviética que protagonizó la mayor modernización del país en siglos era el enemigo a batir.
Cuando llegó el 2001 y las Torres Gemelas caen parece que de repente de la noche a la mañana los alegres muchachos afganos ya no eran tan “gallardos” ni tan buenos para la causa. Los Estados Unidos se lanzaron contra Afganistán y se encontraron que las balas que mataban a sus “muchachos” habían salido de armas pagadas con fondos reservados de su propio país.
Afganistán vive entre la espada y la pared, entre el imperialismo salvaje vestido de ONG que quiere reconstruir escuelas y hospitales que previamente ha bombardeado y los talibanes que son igual de fanáticos que siempre.
Me pregunto como sería Afganistán hoy si a esos afganos comunistas se les hubiese dejado hacer su labor, me pregunto que diferente sería todo si en vez de gastarse el millón de euros que cuesta un sólo misil Tomahawk para lanzarlos contra la población civil los hubiesen destinado a cooperación al desarrollo.
Ahora Obama, el nuevo Bush, ordena el envío de decenas de miles de soldados más a Afganistán, la venta de aviones al famélico ejército de Karzai y además se permite señalar nuevos objetivos en el mapa de países enemigos de la paz imperial.
Para los que tengan todavía dudas no está en juego la seguridad mundial, ni tan siquiera se trata de una batalla en defensa de los derechos humanos, en un país donde al lado de las bases aliadas las mujeres siguen cubiertas por sus burkas. Esto tampoco tiene que ver con al democracia, eso les importa más bien poco, al final lo vital para el imperio es saber que en el subsuelo Afgano existen jugosas reservas de gas y petróleo que debe ser la excusa para mantener a toda una industria militar norteamericana como hipócritamente dijo Obama en su discurso al recibir el Nobel de la Paz “los instrumentos de la guerra tienen un rol a jugar en la preservación de la paz”.
En este mundo loco donde se premia al que ningún mérito ha hecho para ello algo que tengo claro es que en Afganistán Saturno trata de devorar a sus hijos.