martes, 2 de marzo de 2010
Opinión. Condecorar a los insumisos. Paco Déniz.
Lo que son las cosas, Defensa condecora a los militares de la UMD. El tiempo es implacable, modifica lo que parecía eterno. A estos militares se les condecora por su contribución a la democratización del ejército. No lo lograron, pero bueno, ahí queda su noble intento. Sufrieron consejo de guerra en la segunda mitad de los setenta y fueron abandonados por el PSOE en los 80. Ahora, 30 años más tarde, como ya ha perdido su significado político, los condecoran.
Cuando la izquierda no hace política de izquierdas se dedica a gesticular a destiempo. Aun así, faltan medallas. No sólo estaba la UMD, también existió la Unión de Soldados y Marineros Demócratas USMD formada por soldados de reemplazo que se jugaban la vida en los cuarteles por fomentar la rebelión contra el mando militar español que eran unos fascistas del carajo. La USMD estaba potenciada por la entonces llamada extrema izquierda. Pues bien, en el 77 ó 78, no lo recuerdo bien, recibí instrucciones de acercarme a la Playa de Las Canteras a verme con unos soldados de la USMD para ir a hacer pintadas a los cuarteles. ¿Cómo los reconoceríamos? Mi compañero, que era un vacilón, agitó los sprays simulando señales, con tan mala suerte que se desfondó la bolsa y rodaron los sprays por toda la avenida ante la mirada atónita de los viandantes. Nos desalamos. Un godo se nos acercó y nos dijo la contraseña. Nos fuimos con ellos. Era de noche, y entramos en el muelle de La Luz, se nos cruzó un gato negro requintado, pero éramos rojos, no creíamos en supersticiones. Enfilamos para los enormes muros del cuartel de La Isleta y, mientras uno vigilaba en la esquina de las putas, yo pintaba como en La vida de Brian: Libertad Soldados y Marineros Demócratas. Una pintada enorme que terminó cuando el dedo se me agarrotó y cuando mi amigo llegó hasta donde estábamos, haciendo aspavientos y susurrando ¡La policía, la policía! ¡Coño que no sé silbar! Salimos por patas hasta La Puntilla donde cogimos un taxi para Schamann. Un susto del carajo. Cuando me tocó la mili en el 81, repartimos cuatro panfletos en cada compañía del cuartel contra los mandos, los arrestos y la OTAN, y se lo dejé al Tronco: un aguerrido madrileño que por poco se desmaya cuando revisaron las taquillas buscando marihuana y el panfletito le asomaba de un bolsillo.
Años más tarde, nuestro ex-diputado Fernando Sagaseta nos increpaba diciendo que no querer hacer la mili era de burguesitos, los hijos del pueblo teníamos que controlar al ejército. También, insumisos y objetores de conciencia contribuyeron a desmilitarizar a la sociedad, que es una manera especial de democratizar al ejército. Ellos se lo pasaron muy mal y se merecen alguna medalla, aunque no creo que vayan a recogerla. En cambio, a mí, si me dan una que no sea a título póstumo, me la cuelgo.