jueves, 10 de junio de 2010

Opinión. Recortes. Paco Déniz.


Una de las actividades ordinarias que hacíamos la jurria de chiquillos que nos criamos juntos consistía en frecuentar, varias veces en semana, la trasera de la dulcería del barrio. Nos juntábamos en la puerta y metíamos la mano y el hocico por la rendija para gritar al unísono: ¡recortes, recortes, recortes! Así una y otra vez, hasta que salía el dulcero y nos daba una embozada de recortes en un enorme papel canelo de aquellos para envolver.

El recorte era, como su propio nombre indica, el biscochón sobrante del recortado de la base de las tartas. Ese era nuestro manjar semanal. Lo repartíamos como casi hermanos que éramos y lo acompañábamos con agua del chorro por si nos enyugábamos (añusgábamos). No estoy hablando de hambre, sólo de desconsuelos.
Pero los recortes han cambiado. Ya no son dulces, ahora son amargos y provocan incertidumbre. Una incertidumbre que se cronifica en las personas y en las sociedades y que hace un daño terrible porque no atisba futuro. La psiquiatría y la sociología saben del poder catastrófico de este padecer. La cuestión no es sólo dónde estamos, la cuestión es, a dónde vamos. El desmonte del Estado de Bienestar viene de lejos, no se le ocurrió a Zapatero, pero los autoproclamados socialistas se están luciendo en la tarea. Incapaces de siquiera arañar los intereses del gran capital, de la banca, de las grandes fortunas ilícitas, se ceban con los trabajadores. Y no estoy hablando sólo de los funcionarios, hablo de la precariedad laboral instaurada hace décadas en nuestro país, de la permisividad del saqueo de las arcas públicas, de la especulación y del desastre medioambiental, de los incentivos fiscales para quienes nos han mandado a la ruina y al limbo laboral, de la neocolonización por vía turística y, sobre todo, de la despolitización de la sociedad. Han vaciado de contenido el socialismo y tergiversado sus argumentos fundamentales, hasta llegar al neoliberalismo de manual. Por eso nadie observa diferencias en quienes nos gobiernan. El talante no se come, en cambio el dinero de la RIC que hacienda le regaló a los empresarios, los dividendos de tanta especulación y las plusvalías de tantos años de explotación intensiva de la mano de obra, podría subsanar algo el desbarajuste. Un desbarajuste que el sindicalismo subvencionado de la patronal, CCOO y UGT, no ha cuestionado, sino cuando se habla de los funcionarios, habiendo tenido motivos más que suficientes para saltar hace tiempo. Y así las cosas, me pregunto si no volveremos de nuevo a la rendija de la puerta de la dulcería a pedir recortes para calmar el desconsuelo… ya hay muchos con el hocico en la puerta trasera de los supermercados.