miércoles, 2 de junio de 2010

Opinión. Maleficio`s Tindaya S.A. II. Paco Déniz


Todavía no han comenzado a deconstruir el agujero de Tindaya, y ya se han gastado unos 140 millones de euros del erario público en el boquete económico que nos está suponiendo la dichosa obrita. Eso es un boquete, y lo demás: boberías. A lo mejor es en eso en lo que consiste otra de las maldiciones de Tindaya: en agotar las arcas públicas y a quienes osen perturbar su paz.

No en vano, algunos de los impulsores e inspiradores del proyecto monumental de Chillida ya han muerto: Fernández Aceytuno, Fernández Ordóñez y el propio Chillida. Siguen en el empeño del boquete los hijos de estos últimos en lo que parece ser una obra hereditaria, un antojo de última generación; en fin, una perreta que da sustanciosos beneficios sin mover una sola piedra. Que conste que no pretendo comparar el tipo de maldiciones isleñas con la de Tutan Kamon, faltaría más, ni relacionar algunas muertes con los maleficios; pero a los hechos me remito. Y el que avisa no es traidor. Por si fuera poco, el reciente hallazgo del mayor registro de radioactividad de toda Canarias y uno de los más altos del Estado (3 mSv) en Tindaya, Ajuy y Betancuria, por parte de los investigadores de la ULPG, da visos de cientificidad a la maldición. Una maldición adornada con podomorfos, pues dicen que en Betancuria también los hay. El podomorfo se ha convertido en el logo del cabildo majorero que preside mi buen amigo Mario Cabrera, al que en alguna ocasión le he manifestado mi desacuerdo con su empeño faraónico en engrandecer Fuerteventura. Ya le he dicho que Maxorata no necesita más obras que su propia figura y su gente. Pero el hombre está emperrado en la obra póstuma del escultor vasco. Igual que se emperró en el ecomuseo de La Alcogida de Tefía, obra que aplaudí decididamente. Lástima que el concejal de distrito recalificara un terreno para poder montar una casa de citas en medio del estupendo escenario del ecomuseo. Justo detrás del bar y la tienda, pasando el horno de cal y a medio camino del albergue y el molino de Tefía donde pernoctan colegios enteros, allí, en el paso de turistas y vecinos, montaron un puticlub. Como, por cierto, en Tindaya, que ya cuenta con dos casas de mujeres que fuman. Quizá en eso consista el concepto de medidas urgentes y descatalogaciones: en procurar extracciones y plusvalías acorde con las necesidades humanas. Pero yo creo que, en el fondo, hablamos de maldiciones. Y como todo el mundo sabe, la mejor manera de acabar con el maleficio es embarcar al que lo padece, y últimamente no le he visto buena cara a ese gran patriota que es Berriel.