jueves, 9 de diciembre de 2010
Opinión. Papafritas sin fronteras. Paco Déniz.
Lo dicen los hechos: para que los pobres del mundo entren en la agenda de los gobernantes del planeta tienen que armar una algarabía de cuidado. A nadie le gusta, pero a los saharauis no les han dejado otra opción. Si alguien pensaba que la paciencia árabe era infinita, ahora ya sabe de su equivocación.
Colmatado el vaso, estamos en el punto de inflexión inevitable: los saharauis y sus amigos a un lado, y la monarquía alauí, sus colonos y sus amiguetes de los países guays a otro. Zapatero es de estos últimos, se ha vuelto un español del carajo, si es que alguna vez fue otra cosa. Y como buen español, asume que las prioridades del Estado son las ajenas a los pueblos y a los trabajadores, dejando a sus ciudadanos escondidos por las calles del Aaiún, atrapados en Rabat o en el mostrador de facturación de Barajas y Gando. Pero no es eso lo peor, su discurso y el de sus ministros ha sido hiriente en la rebelión del Aaiún. Con su acartonada e insípida formalidad y su relajienta apelación al diálogo entre las partes, ha justificado la versión oficial de Mohamed VI y ha provocado la náusea del mundo civilizado. De nuevo han arrojado el concepto de socialismo a los pies de los caballos.
Los saharauis no necesitan tiritas, ni esparadrapos lanzados desde los helicópteros, eso ya no resuelve nada. Necesitan presión política internacional para solucionar su sufrimiento, necesitan que España ceda, por ejemplo, Ceuta y Melilla a Marruecos a cambio de la independencia del Sáhara. Sólo es una sugerencia, aunque no hay que esperar nada. Como tampoco se puede esperar nada de la ONU y de sus legionarios y mercenarios intergalácticos, pues en todo el conflicto no dejaron la barra, los copetines y los tecitos del parador nacional del Aaiún. Para más inri, han asomado algunas vocecitas que discrepan de los métodos violentos de la resistencia y no sé que otras chorradas psicopacifistas. Han asomado los papafritas sin fronteras, amantes de los parques temáticos de parias bebiendo té, sonrientes en una duna con puesta de sol, una camella coja y una pistola en el cogote. No se han enterado los de la oenegé papafritas sin frontera que los saharauis ya se han autodeterminado, y de que están legitimados para hacer lo que consideren. No se han enterado que uno es pacífico hasta que deja de serlo. ¡Que ya está bien, carajo!