sábado, 4 de diciembre de 2010
Opinión. Consideraciones acerca de los verdes en Canarias. Juanjo Triana.
El compañero Agapito de La Cruz, con quien he compartido las luchas contra la introducción del gas natural licuado en Canarias y contra la construcción del puerto de Granadilla, del que admiro su coherencia y tesón y respeto su experiencia mucho mayor que la mía, ha escrito un artículo titulado “Los Verdes en Canarias” publicado a finales de noviembre de 2010 en diversos medios de las islas, sobre el que me gustaría hacer algunas consideraciones.
Me ha llamado la atención que Agapito contraponga la ecología política con el ecosocialismo, con afirmaciones del tipo de que “el eco-socialismo, aparte de haber quedado desfasado y asumido ya por la izquierda tradicional, ser alérgico a la ecología profunda, y no ver con buenos ojos la ecología política libertaria, se inspira en el concepto tradicional de naturaleza como fuerza irracional y está mediado por la sociedad industrial y positivista, con lo que deriva siempre en socialdemocracia, y nada tiene que ver con el Movimiento Verde”, como medio de justificar una unión electoral de los tres partidos verdes de Canarias, sin participación de “partidos no verdes”, “con el fin de despejar el camino hacia el voto verde, frente a los tradicionales al uso de izquierdas, derechas y centro” (sic).
Hasta ahora a mí me había parecido que ecología política y ecosocialismo eran términos equivalentes, o incluso sinónimos, y había considerado a algunos autodenominados verdes, que decían que no eran ni de derechas ni de izquierdas sino que sólo les interesaba la ecología, como unos ecologistas poco coherentes o incluso una derecha disfrazada.
Como universalmente se acepta, la ecología política considera que el actual modelo capitalista–consumista es incompatible con una política verdaderamente sostenible, porque el capitalismo necesita por su propia naturaleza que haya crecimiento económico sin fin, lo que choca con los límites al crecimiento que le imponen tarde o temprano el agotamiento de los recursos naturales del planeta así como su capacidad limitada para admitir más residuos. En cambio los ambientalistas no cuestionan el sistema capitalista, y defienden el llamado desarrollo sostenible, es decir que puede continuar el crecimiento pero con tecnologías verdes respetuosas con el medio ambiente. Los ecologistas políticos que nos oponemos a la construcción del puerto de Granadilla somos criticados por los señores Melchior y Berriel precisamente por eso, por tener no sólo “intencionalidad ecológica”, sino también “posicionamiento político”. Por eso EL DIA nos llama falsos ecologistas, seguramente porque los únicos ecologistas verdaderos son los señores Machado Carrillo y Bonnet Fernández-Trujillo.
Capitalismo es el sistema en que la propiedad de los medios de producción corresponde a quienes han invertido un capital en su adquisición; socialismo es su sistema alternativo, en el que la propiedad de los medios de producción corresponde a quienes crean valor mediante su trabajo asalariado. Puede haber muchas clases de socialismo, como sólo hay un capitalismo. El llamado socialismo real que se implantó durante el siglo XX en gran parte del mundo no era más que una de las formas del socialismo, a cuya ruina contribuyó que compartiera con el capitalismo el mismo pecado original de ser un desarrollismo a ultranza, pero que ya nadie en lo que Agapito llama “izquierda tradicional” asume. El ecosocialismo es la confluencia de los ecologistas políticos con los socialistas que consideran que la crisis terminal del capitalismo vendrá provocada por haber sobrepasado sus límites al crecimiento; es decir los que somos socialistas a fuer de ecologistas y los que somos ecologistas a fuer de socialistas.
Me llama también la atención que Agapito escriba que los movimientos sociales “no son movimientos ecologistas o verdes sino ciudadanos, donde convergen multitud de inquietudes transversales, y una cosa es apostar por un hecho concreto en la vida social y otra un programa político global” (sic). El término “ciudadano” ha sido muy manipulado últimamente, pero originalmente significa lo mismo que “político” y que “social”. Político es todo aquello relacionado con la sociedad, con la vida en común, con la polis o ciudad. Para los griegos el hombre era el zoon politikon: animal ciudadano, o animal social. Para los romanos el cives era el ciudadano de su república en plenitud de derechos políticos
Las personas, sean ciudadanos, políticos, verdes, colorados o canelos, no se movilizan más que por hechos concretos. Por razones de elemental estrategia, toda batalla política se ha de dar contra un objetivo político concreto. Una manifestación (o un programa electoral) puede ser un éxito si se convoca contra las torres de Vilaflor o contra el puerto de Granadilla, pero nunca lo será la convocada por un objetivo tan amplio como por la vida en el planeta, o por la madre tierra, o contra el sistema capitalista. Los programas políticos globales no llegan a cumplirse más que a costa de pelear en muchas batallas parciales, con los aliados que en cada momento haga falta.
Aprovecho para animar a quien me lea y resida en Tenerife a asistir a las jornadas sobre Medio Ambiente y municipios sostenibles que organizan el comité de El Rosario de Alternativa Sí se puede por Tenerife para los días 2 y 3 de diciembre. Contaremos con la palabra de expertos como Carlos Taibo, y otros compañeros, que de ecosocialismo y de ecologia social tienen mucho que enseñar.