lunes, 27 de diciembre de 2010

Entrevista a nuestra compañera Paula Pimentel.


Paula Pimentel Blondet (Santo Domingo, 1951) lleva 21 años residiendo en Tenerife, un lugar al que llegó por casualidad. En la Isla es toda una institución en la defensa de los inmigrantes. La inquietud solidaria le viene de familia, pero está aliñada, tal y como ella reconoce, con una gran dosis de rebeldía.

-¿La solidaridad le viene desde su infancia?

"Yo creo que uno es lo que absorbió en el hogar. Mi madre era una gran voluntaria y mi abuela también. Eran dos mujeres muy religiosas y siempre estaban dispuestas ayudar. La solidaridad se aprende en la infancia".

-¿Está más arraigada la fe en América que aquí en España?


"Sí. Está más arraigada. Allá la Iglesia Católica se presenta de otra manera. La Iglesia tiene varias caras; ella presenta la que más le conviene".

-¿Era fácil estudiar en su país?


"Nosotros somos cuatro hermanos y todos tenemos carrera. Yo hice Magisterio. Estudiar era fácil; era más difícil hacer una carrera universitaria... Pero la ilusión de todas las familias es que al menos uno de los hijos curse una carrera, incluso entre los campesinos más pobres y las madres solteras, que son las más representativas de las mujeres dominicanas, pues casi todas tienen hijos solas, de distintas parejas. Todas las familias hacen los sacrificios necesarios para que uno de los hijos tenga una titulación superior" .

-¿Era pudiente su familia?


"No, pero tenían un nivel cultural muy elevado, porque mi abuelo fue un hombre muy culto. Rogelio Blondet era un sastre muy pobre, que vivía entre libros. Me decía mi abuela que él y sus hermanos preferían incluso no comer pero que los libros no les faltaran".

-Eran autodidactas...

"Sí, eran autodidactas. Eran de logia, masones... ".

-¿Masones, negros y pobres?

"Pese a que hay mucho racismo en República Dominicana, por su inteligencia, facilidad de palabra y elocuencia, los aceptaron".

-¿Quién es su referente?

"Mi abuela. Ella, que se casó con 18 años siendo una muchacha de campo, nos crió, porque mi mamá se enfermó con 25 años. Nos crió vendiendo periódicos..."

-¿Tienen las mujeres más arrestos que los hombres?

"Sí. Lo afrontan todo. Mi abuela se vió con su única hija, que tenía cuatro niños, su madre y mi abuelo, que ya estaba mayor, y nos llevó a los cuatro a la Universidad. Ella podía con todo. Si era de coser, se cosía; si eran los postes de allí, que son de mucho fuego, se hacían... Eso sí, nos mimó mucho. Ella decía que nosotros no teníamos que cocinar, ni limpiar, sino que sacar la carrera. Decía que a cocinar y a limpiar se aprende, pero a hacer una carrera, no."

-¿Resultó eso práctico?


"Sí. Resultó. De hecho, aprendí aquí en Tenerife, con mi marido, que es también dominicano, a cocinar y limpiar. Pero todo lo que es desenvolverse en la vida, lo que te da una carrera universitaria. Eso no te enseña nadie".

-¿Qué pasa cuando sale de la Universidad? ¿No hay trabajo en la República Dominicana?


"Yo ya estaba trabajando antes. Cuando acabé el bachillerato, a los 18 años, en Los Salesianos, donde estudié, me encargaron de la biblioteca. Así me pagué la carrera. Cuando acabé Magisterio, llevaba cinco años trabajando. Hasta que vine aquí en el 89. Cuando dejé el centro era profesora de Lengua y Literatura española y secretaria".

-¿Por qué decide emigrar?


"Sufrí una crisis. Había descubierto que el mundo no era como me lo habían pintado. Descubrí el abuso en la que vivía el pueblo dominicano".

-¿Estaba casada?


"Era soltera con 37 años".

-Eso es raro en una dominicana...


"Sí. Muy raro. Lo que veía a mi alrededor era mucha violencia de género y mucha mujer sola, con hijos a su cargo, sin un compañero. Yo no quería eso para mí. Era una rebelde. No quería oir hablar a los que siempre me preguntaban ‘por qué no te casas’. De hecho, me fui de mi casa y alquilé una habitación. Además, me puse a estudiar Ciencias Políticas, porque creía que algo se podía hacer para cambiar la realidad de mi país. Milité en un montón de movimientos, incluso en la izquierda radical, que fue donde más aprendí. Ahí descubrí la vida. Yo no sabía sino las referencias religiosas. Me habían inculcado que si Dios, que si hay que pedirle para que te ayude... Tampoco podía comprender la diferencia entre los haitianos y los dominicanos, siendo una misma isla. Una compañera de trabajo, blanca, casada con un haitiano, me abrió las puertas del Comité dominicano para los Derechos Humanos".

-¿Por qué elige España?


"Cuando me dió el bajón, me aconsejaron que viajara. Siempre admiré todo el arte y la cultura que hay en España".

-¿Cómo recala en Tenerife?

"Vine a España con unos conocidos, que en realidad venían a Tenerife".

-¿Sabía dónde estaba Canarias?

"Sí, porque sabía que Pérez Galdós había nacido aquí y que la madre de José Martí, también. Conocía, además, al cantante Braulio, que allá gustaba mucho en esos años. Pero tuve que explicárselo a mucha gente que creía que España solo tenía una archipiélago, el de Baleares".

-Pero vino de vacaciones...

"Sí. Al mes ya quería irme, pero, por casualidad y cuando iba a la agencia a sacar el pasaje de vuelta, acompañé a otra dominicana a una entrevista para cuidar a una señora mayor. La señora se encariñó conmigo y, pese a que yo me resistí, acabé cuidándola hasta que murió en el 90. La nieta, una doctora que trabajaba en Madrid, me dijo que me quedara en el piso que ella corría con los gastos. Me quedé un año".

-¿Y qué hizo entonces?


"Quise hacer trabajos sociales aquí y acabé en el Obispado, donde conocí a la encargada de la Delegación de Misiones, que me contó un proyecto de ayuda a tres leprosarios en el Congo, al que me incorporé. Cuidaba a otra señora y dedicaba mi tiempo libre a la cooperación".

- ¿Por qué no vuelve a su país?

"Esto coincide con una gran crisis en República Dominicana, donde, ni siquiera había azúcar siendo un país productor. Me decían que era mejor que me quedara, pero yo quería ver a mi mamá, Los hijos de la señora que cuidaba me ayudaron a traerla. Estuvo aquí y decidió irse, porque vió que yo estaba bien. Era 1992, cuando se produjo una regularización masiva, y ellos me pidieron permiso de residencia y de trabajo".

-¿Estaba decidida a quedarse?

"No. Tenía la intención de ir al Congo, al proyecto de cooperación, pero quise ir primero a mi país, a ver a mi gente. Ahí fue cuando me enamoré. Mi marido era taxista. Lo que más me gustó, además de ser guapo, fue que siempre llevaba un libro, entre los que estaban el diario del Che Guevara y un Quijote de la Mancha en castellano antiquísmo, además de todos los periódicos del día. Al poco tiempo, decidí casarme. Hoy tengo una hija tinerfeña de 16 años".

-Vuelve a Tenerife...

"Sí y buscamos trabajo para los dos en una casa, en Güímar. Entonces me quedé embarazada y dejé de trabajar, Mi marido siguió trabajando. Pero siempre hemos sido una referencia para los inmigrantes, dominicanos o no. Fundamos, con la ayuda de otros compatriotas, la Casa Dominicana en Canarias, que, pese a estar estancada, mantiene hoy, gracias a un pequeño grupo, su labor de solidaridad".

-¿Consigue ayuda?

"En 1996, envíe una carta al Gobierno canario y, al día siguiente, me llamó Miguel Ángel Pulido, entonces director general, que me ofreció dos locales. Los rehabilitamos y nos pusimos en marcha. La asociación se convirtió en una referencia y pese a que está estancada, sigo trabajando. Me he recorrido todos los institutos y he dado charlas sobre la integración y explico por qué se emigra".

-¿Hemos perdido la memoria?

"Creo que hay miedo a lo desconocido y a que se vuelva a estar como se estuvo antes. La gente me dice: ‘tu viniste con un avión y con una carrera, pero de aquí se salió con mucha hambre...’ También han influido la mala gestión política de inmigración, que han sido más bien de desintegración".

-¿Se mantiene el apoyo?

"Colaboran, pero no lo suficiente. En el 2000 se crea el Observatorio de la Inmigración de Tenerife, que sí funciona, pero el de Canarias no. Después se creó el Foro Canario de la Inmigración, en el que estoy, pero que no ha cumplido la expectativas" .

-¿Cuántas veces se ha reunido este año?

"Ninguna. Tengo preparada mi carta de renuncia para leérsela a Inés Rojas. Dirán que es que estoy cansada, mantengo las ganas de colaborar. El Foro me ha defraudado, me ha desilusionado, pero sigo dispuesta a luchar por mis semejantes. De eso yo no puedo cansarme, porque sería como cansarme de ser Paula Pimentel".
Solidaria 24 horas
Paula Pimentel asegura que su teléfono está abierto durante las 24 horas. Casi todos los días le piden ayuda. No mira la nacionalidad del inmigrante y, de hecho, su labor no ha pasado inadvertida ni en Canarias ni en su país. En 2006 ya recibió el reconocimiento del Observatorio de la Inmigración de Tenerife (Obiten) por su labor a favor de la integración, y el pasado mes de noviembre fue el Consejo Nacional para las Comunidades Dominicanas en el Exterior el que la distinguió por su "valiosa contribución a favor de colectivo dominicano y la República Dominicana".
FUENTE: Diario de Avisos