lunes, 27 de septiembre de 2010

Opinión. Firmes y uniformados. Paco Déniz.


No se crea el personal que a todo el mundo le ha parecido decimonónico lo del dichoso uniforme del Alcaide. ¡Que va! Nada de eso. Ya sé que es un tema recurrente para la columna periodística, para ruedas de prensa, para encuestas-programas humorísticos, y para el vacilón. Ya lo sé. Pero, quizás, más recurrente que todo eso sea la cantidad de adeptos que ha recabado la propuesta. Como lo oyen. Sin ir más lejos, muchas personas que ya lo usan lo justifican.

Azafatas, camareros, mecánicos e investigadores de probeta no verían con malos ojos que todo el mundo llevara uno. También ha tenido mucho eco en algunas clases medias víctimas del populismo autoritario que padecemos desde hace algún tiempo. Lo que sucede es que la cuestión ha girado en torno al ya vilipendiado funcionario para mejor poder vigilarlo mientras se echa el cortadito leche y leche ahí. No para todos los funcionarios, sólo a los del tipo C hacia abajo. Digamos: el lumpen funcionarial. Porque Funcionarios los hay de muy diverso tipo y condición. ¿Aceptarían los altos funcionarios siquiera colgarse un distintivo? … me temo que no. Mucho me temo que el conservadurismo desatado respecto de esta prenda se cebe sólo en el funcionario triste. No obstante, con ser escandalosa la simple insinuación de marcar a la gente para mejor poder vigilarlos mientras se escaquean, lo del uniforme no es sino una anécdota en un mar de ataques contra los trabajadores asalariados descualificados. En este contexto las palabras de Alcaide han calado. Igual que ha calado la duda sobre los sindicatos, los liberados y la derechosa duda de la representatividad sindical. Eso será lo próximo, eliminar los sindicatos. Ya puestos, qué más da. Todos firmes y uniformados como Dios manda.
Pero no todo en el uniforme produce sarpullo obrero o tirria. Hay quien lo ve sexy y hay quien lo ve elegante. También hay quien incluso lo use para el postín. En el hospital hay personas que, no siendo personal médico contratado, se ponen la bata para parecerlo. También, los vendedores de biblias o los representantes farmacéuticos van que parecen unos pinceles. No digamos ya lo bien que les queda el uniforme a las trabajadoras de algunos comercios. En fin, que no todo está dicho en esto del mono. Pero el rey de los uniformados, qué duda cabe, es el nuevo rico y su mujer vestidos para una boda o una comunión. Ahí se acabó el mundo de la horteridad y la tirria, botando apariencias por el bolsillo. Es un uniforme apropiado para una foto en las revistas suplementos de sociedad de algunos periódicos isleños como C7 y Top Canarias, y que subvenciona presidencia del Gobierno con 228.703’69, y con 235.473’66 euros respectivamente. Aunque ahí lo que se lleva es el uniforme de golfista inmaculado para la ocasión.