lunes, 1 de febrero de 2010
Opinión. Sobre las patrias fáciles. Yaiza Afonso.
Pienso que patria es cocinar para los demás con adobos diferentes, es abrir el hogar y encender el fuego, es dejarnos ver. Puede que la patria sea un vocablo, muchos, o la mezcla de miles de ellos. Caetano Veloso declara a ritmo de rap que su patria es su lengua, una patria que se transforma en la matria de poblaciones indígenas, en un espacio común de música. Reconvertir la patria es el modo de quedarnos con lo mejor de su significado, es reconstruir los espacios interiores de los pueblos desde los nuevos frutos dulces o amargos, desde la semilla mezclada, desde los viajes de ida y vuelta.
Pero patria es una palabra desvirtuada. Hace muchos siglos hicieron suyo el concepto los que creyeron que patria era ser ellos, sólo ellos. Desagraciadamente dejaron exorbitantes huellas en la historia, generando crueles imitadores en el mundo que vieron en la guerra y en la imposición de respuestas a su patria. Es el chovinismo una enfermedad terrible de los que se dicen patriotas, de los narcisistas que establecen los criterios del ser, de los paranoicos que se creen mejores por haber nacido en un lugar llamado país. Estos patriotas son los que amenazan con tonicazos a los diferentes, los que alardean de banderas y olvidan las reivindicaciones, los que planifican las ciudades obviando las casas de sus vecinos, los que hacen rascacielos y se llenan los bolsillos de billetes. Seguramente estos patriotas no conocen ni el océano ni los acantilados, ni siquiera a los mirlos de los parques. Ellos votan en contra de las especies en peligro, oponiéndose a la naturaleza que enriquece el suelo. Se trata de ignorantes de las patrias fáciles, que desvirtúan las palabras y nos alejan de los cantos de aquí y de allí.