sábado, 3 de abril de 2010

Opinión. La medicina de Garzón. Paco Déniz.


Garzón está probando su propia medicina. Sí, ya sé que entre los progres está de moda solidarizarse con Garzón, pero como yo no soy progre, digo lo que creo que tengo que decir. Y digo que la extrema derecha entaliscada en el Poder Judicial está librando una batalla por el buen nombre del franquismo y por el buen nombre de los peperos corruptos de toda la vida.

Y como quiera que en esa batalla se ha cruzado Garzón, pues hay que desactivarlo. Me parece injusto, pero no más que lo injusto de muchas decisiones del Poder Judicial relacionadas con la izquierda abertzale y con el estatut catalán. Desde hace mucho tiempo, la extrema derecha está al mando de la cruzada contra los vascongados y han ilegalizado periódicos, emisoras de radio, han cerrado bares y restaurantes, y han metido en la cárcel a gran parte de la izquierda independentista vasca por el mero hecho de serlo. Una cosa son los delitos de terrorismo y otra los de opinión. Y siguen en su cruzada. Amparados en una Ley de partidos más propia de una dictadura que de una democracia, establecen el delito de opinión y logran obstaculizar el llamado proceso de paz iniciado por Zapatero. Ilegalizan manifestaciones y partidos, desoyen a la mayoría parlamentaria vasca declarando ilegal toda iniciativa soberanista y, por último, recomponen el frente españolista en Vitoria. Patxi López gobierna gracias a que Garzón y Marlaska y todo el poder judicial han logrado que un tercio de la población vasca no tenga representación política. Con el Estatut pasa lo mismo, sólo que esperan a que la situación política sea factible para emitir el veredicto de culpabilidad del catalanismo. Y es ahora, cuando pretenden crucificar a uno de ellos, cuando todo el mundo cae en la cuenta de que la transición sólo fue un traspaso de poderes de los militares a algunos civiles, que lo fáctico vuelve a estar de moda, y que con el sistema electoral actual no habrá manera humana de garantizar la representatividad del voto. La reforma de Tribunal Constitucional sigue siendo una asignatura pendiente. En fin, que es cruel lo de Garzón, pero no es sino un botón de muestra de lo que algunos venimos diciendo desde hace algunas décadas. A saber, que los resortes fundamentales del poder siguen en las mismas manos, trabaja para los mismos dueños, y que el que hizo la Ley hizo la trampa.