miércoles, 10 de noviembre de 2010

Opinión. Facha el último. Paco Déniz.


En la mili, un joven teniente de academia nostálgico perdido de las hazañas de sus ancestros que camuflaba el tanque M-48 con la esvástica nazi de barro, nos metió en un foso y gritó: ¡maricón el último! Como los últimos fuimos tres canarios que ni nos molestamos en trepar por encima de aquella multitud enloquecida por salir primero, el teniente gritó nuevamente y encolerizado: ¡Los canarios como siempre los más maricones! Y yo le contesté: pues sí mi teniente, nosotros, maricones de toda la vida. Éramos un lagunero, un majorero y un servidor canarión.

El desafío surtió efecto toda vez que el desencajado teniente se quedó mirándonos con ganas de arrestarnos. Nos hubiera dado lo mismo, el desafío estaba ganado.
La columna de Andrés Chávez del 5 de noviembre titulada Maricón el último, me trajo a la memoria al dichoso teniente, sus cruces gamadas y sus ademanes de señorito con galones. Me recordó la obsesión extrema y rancia que tienen algunos para con la izquierda y los mariquitas, sujetos principales de aquella Ley de Vagos y Maleantes. Y la obsesión con el liderazgo, como el de Berlusconi, descubierto en dicha columna como un auténtico caballero que dice las cosas como son, con lo que hay que tener y como se ha dicho toda la vida. Ya está bien de prohibirlo todo, hasta los piropos y los decires por muy insultantes que estos sean. Hay que defenderse de tanto socialismo y de tanta intolerancia contra las actitudes tradicionales de toda la vida. Echarle el humo a los demás por ejemplo. Hay que ser macho y facha por encima de todas las cosas, hay que ser del Zaperoco Party y luchar contra tanta prohibición: que si los toros, que si fumar, que si acosar a las mujeres, que si no conducir borracho; en fin, luchar contra el estalinismo de Zapatero que quiere prohibirlo todo. Los liberales no podemos quedarnos sentados. ¡Viva Berlusconi! ¡Viva don Pepito!
Me he imaginado a Andrés Chávez metido en aquel foso con su enorme tara y sus obsesiones trepando por encima de aquellos cuerpos masculinos, sudorosos, musculados, atléticos y vigorosos; hubiera salido el último. Pero como dijo el otro: no importa, los últimos serán los primeros.