lunes, 29 de noviembre de 2010
Opinión. Del preservativo y la falibilidad del Papa. Roberto Rodríguez Guerra.
Llevamos ya poco más de una semana de polémica con las declaraciones del Papa a propósito del uso del preservativo. En Luz del amor, libro en el que al parecer es entrevistado por el escritor Peter Seewald, el Papa ofrece -en palabras Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal Española- "una excelente introducción a la teología y a lo que significa ser cristiano hoy". Pero es precisamente en ese mismo libro donde aprueba el uso del preservativo, si bien únicamente «en casos fundados de carácter aislado» tales como «cuando un prostituto utiliza un preservativo». Es más, el propio Papa llega a sostener que tal uso sería "un primer acto de moralización y responsabilidad».
Debo decir que no he leído el best seller del Papa y que, por tanto, las anteriores referencias textuales las recojo de la prensa escrita. No obstante, de ser ciertas, podrían ser recibidas con cierta, aunque luego frustrada, esperanza. En efecto, después de tantos años de cerrazón y contumacia, la Iglesia católica por boca de su máximo representante -el Sumo Pontífice- admite que existen algunos casos en que el uso del preservativo es un acto moral y responsable. No deja de sorprender -y con ello de frustrar aquella contenida esperanza- que el Papa limite la moralidad y responsabilidad del uso del preservativo a los casos en que «un prostituto» lo utiliza. Sorprende porque -al margen de que continúa con la insensata y perniciosa idea de que usar el preservativo en nuestras relaciones sexuales es inmoral e irresponsable- no parece que haya razones de fondo para pensar que el uso moral y responsable del preservativo haya de ser privativo de los prostitutos y no darse -pongamos por caso- por parte de las prostitutas. Es de suponer que tanto el uno como la otra realizan un mismo tipo de actos y, por tanto, que el uso en ambos casos debería ser considerado igualmente moral y responsable. No obstante, me asalta la sospecha de si en realidad el Papa esta pensando que, en el ejercicio de su profesión, los prostitutos (hombres) merecen tal protección mientras que las prostitutas (mujeres) no merecen tal cuidado. Nada de esto sería sorprendente si nos atenemos al carácter fuertemente patriarcal y machista de la Iglesia católica y su jerarquía. Ya se sabe: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza» y luego «creó a la mujer de la costilla de Adán».
Pero las palabras del Papa conducen a otra importante conclusión. En efecto, lo dicho por el Papa acerca del preservativo supone sin duda una modificación -aunque pequeña- de la tradicional doctrina de la Iglesia Católica al respecto, así como una modificación de lo que no hace mucho dijo el mismo Papa en su vista a África acerca del uso del preservativo para prevenir el contagio del SIDA. Mientras antes sostenía que nunca era legítimo, ahora dice que existen «casos fundados» en que sería un acto moral y responsable. O sea que el Papa se equivocaba antes o se equivoca ahora, si bien creo que se equivoca tanto antes como ahora al no eliminar sus reparos a este respecto. Pero sea como sea, la conclusión es que el Papa no es infalible. Ése al que llaman vicario y representante de Dios en la Tierra, el Papa, se equivoca como cualquier otro ser humano. A fin de evitar esta conclusión cabría aún pensar en una última e inquietante posibilidad, si bien a un cristiano le resultaría abiertamente inaceptable en tanto que destrozaría el mismo núcleo de la idea y existencia de Dios: que dado que el Papa es la voz de Dios en la Tierra, quizá ha sido el propio Dios el que se ha equivocado. De esto poco o nada podemos decir con certeza, razón por la cual acaso debamos dejar la cuestión en que ha sido el Papa el que se ha equivocado (antes, ahora o siempre) respecto al uso del preservativo. Pero si es Papa es falible, si se equivoca o yerra, entonces lo mismo ocurre con sus ministros, esto es, también sus cardenales, obispos y sacerdotes pueden equivocarse y -en este caso del preservativo- se han equivocado. No obstante, de tal equivocación -como, por supuesto, de muchas otras (a título de ejemplo basta con recordar aquí la infame colaboración del Vaticano con el fascismo o de la Iglesia católica española con el franquismo)- tan solo cabe extraer una lectura tan interesante como estimulante: que en cuestiones de sexualidad -como en muchas otras- cada cual crea lo que considere oportuno, que sin dañar ni mancillar a nadie se comporte conforme a las reglas que le dicte su propia conciencia, en vez de por aquellas que le sugiera o pretenda imponer cualquier otro, por muy ministro de Dios que sea. Y ello no sólo porque todos -incluido el Papa y sus ministros- estamos sujetos a equivocación. También porque la moralidad y la responsabilidad exigen libertad y autonomía, porque un acto moral y responsable sólo puede serlo aquel que decido libre y autónomamente.
Pero esta perspectiva de la sexualidad (y de la libertad y la autonomía moral) es absolutamente inadmisible para la jerarquía católica. Quizá por ello la reacción de la Conferencia Episcopal Española -como siempre más papista que el Papa- ante las palabras del Sumo Pontífice ha sido tan rápida y tajante como desvergonzada: "en las palabras del Papa -ha dicho su portavoz Martínez Camino- no hay, ni de lejos, una legitimación del preservativo". Se atreven hasta a corregir o desmentir al propio Papa. ¡Qué osadía! ¡Quién lo diría de servidores tan fieles! Pero quizá la fidelidad se detenga allí donde comienza el miedo a que de pronto carezca de sentido todo aquello que en materia de sexualidad -y otras tantas cosas- han venido imponiendo a todo cristiano que se les acerca.
Las palabras del Papa también siembran el desconcierto por otras razones. Cuando el Papa dice que el uso del preservativo es un acto moral y responsable únicamente cuando lo usa un prostituto señala al mismo tiempo que no lo es en otros casos. Pero ¿cómo es posible esto? ¿Qué tienen de especial estas relaciones sexuales que hace que el Papa diga que en estos casos es moral y responsable usar el preservativo? Que yo sepa, el Papa no ha especificado qué tipo de relaciones sexuales establece el citado prostituto (bisexuales, heterosexuales, homosexuales, transexuales). Cabe pensar por tanto que lo considera moral y responsable en cualesquiera de estos casos. No es preciso extenderse en la diversa casuística y fenomenología de estas relaciones, pero sí cabe preguntar ¿por qué es legítimo el uso del preservativo en estos casos y no lo es en las relaciones sexuales no prostituidas, más allá del tipo que éstas sean? Pero del mismo modo cabe preguntarse ¿porqué el uso del preservativo es moral y responsable en las relaciones prostituidas y no lo es cuando se trata de prevenir el contagio del SIDA o cualquier otra enfermedad, ya sea en África o en cualquier otro lugar del mundo? Espero que el Papa no esté legitimando las relaciones sexuales prostituidas. Parece que, como mucho, podría estar reconociéndolas como un hecho, como un tipo de relaciones que existen en nuestra sociedad, aunque nos parezcan indignas (y quizá no tanto por el que se prostituye como por parte de quien usa al prostituto/a). Dado que existen y dado que suponen ciertos riegos para la salud, es moral y responsable que en ellas se use el preservativo. Ahora bien, tan reales como las relaciones prostituidas lo son el resto de relaciones sexuales de que disfrutamos. Pero entonces ¿cuáles son las razones por las que en estas últimas no es moral y responsable el uso del preservativo y en aquellas otras sí? Por mi parte creo que el Papa y la Iglesia católica nos deben más de una explicación a este respecto, aunque me temo que no serán capaces de ello. Es más, dado que son tan humanos y falibles como nosotros, es seguro que lo más adecuado y responsable sea prevenir lo que haya que prevenir y disfrutar, en libertad y con responsabilidad, de nuestra sexualidad y, particularmente, de cualesquiera de las orientaciones sexuales que decidamos dar a nuestra vida. Y si para ello hemos de echar mano del preservativo, pues ¡hágase y que se dejen de monsergas!
Roberto Rodríguez Guerra
Profesor de Filosofía Moral y Política de la Universidad de La Laguna