martes, 22 de mayo de 2007

Por la rehabilitación del territorio

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Fernando Sabaté Bel y Rubén Barone Tosco, miembros de
Alternativa Sí se puede por Tenerife

A nadie escapa que en las últimas décadas el territorio canario ha sido literalmente masacrado en gran parte de las zonas bajas y de medianías, sobre todo en las islas centrales y orientales. En el caso concreto de Tenerife, si contempláramos su piel desde las alturas advertiríamos que, exceptuando los macizos de Anaga y Teno, por fortuna protegidos bajo la figura de Parque Rural, casi toda la franja de terreno comprendida entre el nivel del mar y los 800-1.000 m de altitud está urbanizada, profundamente alterada o salpicada de construcciones, con una alta dispersión de los núcleos de población y una clara ausencia de planificación urbanística. Prácticamente, los únicos ámbitos que quedan sin construir corresponden a otros espacios naturales protegidos, a áreas de cultivos tradicionales (cada vez menos) o a ciertas zonas que, por aquello del azar, han “escapado de la quema”, aunque, con toda probabilidad, no por mucho tiempo.


Hay un gran contraste con el paisaje situado por encima de dicha frontera, donde reinan los montes de laurisilva, fayal-brezal, pinar y, por encima del alisio, el matorral de alta montaña, que queda magníficamente coronado por el Teide. Simplificando mucho y a grandes rasgos, abajo tenemos la masificación, el dominio del cemento y el paraíso de la especulación y arriba, en las alturas, aunque no todo el monte es orégano, el medio natural en su máxima expresión y nuestra principal reserva de Naturaleza y de aire limpio.

Ahora bien, hay que subrayar que no todo está perdido en la franja comprendida entre el litoral y las medianías. Si echamos un vistazo a determinados sectores de la isla, veremos cómo existen muchas áreas, de variable superficie, en las que se aprecian importantes huellas humanas: canteras, pequeños vertederos ilegales, zonas roturadas y posteriormente abandonadas…, pero en las cuales aún es factible introducir mejoras sustanciales en el paisaje y las condiciones medioambientales.

Aquí entramos en lo que podemos denominar la rehabilitación del territorio, uno de los ejes programáticos de nuestro movimiento político, Alternativa Sí se puede por Tenerife.
En estos tiempos en los que nos estamos quedando sin Isla y en los que hay cada vez más municipios que van rindiendo al cemento, el piche y el ladrillo, una parte importante de su superficie, se hace más necesario que nunca poner en marcha pequeños proyectos en positivo, que devuelvan la confianza a los ciudadanos y ciudadanas preocupados por lo que queda del paisaje tinerfeño, por la conservación de nuestro medio natural, el suelo agrícola y el patrimonio arquitectónico rural.

Al respecto hay algunos antecedentes interesantes, pues la restauración del patrimonio natural, rural y arquitectónico no es algo nuevo. Un botón de muestra es la proliferación de escuelas-taller, casas de oficio o talleres de empleo, que han venido creándose, con mayor o menor éxito, durante las últimas décadas.
Algunos de los proyectos desarrollados por estas iniciativas han constituido buenas experiencias, en las que además de realizarse labores de mejora y rehabilitación del medio natural, agrario o cultural, se ha generado una interesante bolsa de empleo., que sin embargo es precaria y sin continuidad.
Desde Alternativa Sí se puede por Tenerife, a pesar de la gran degradación ambiental existente y del peligroso rumbo tomado por el órgano de gobierno insular y la gran mayoría de los ayuntamientos, creemos que es posible impulsar este tipo de iniciativas, que entran de lleno en los principios de sostenibilidad que deben regir el futuro de la Isla, Sería, por lo tanto, un modelo de empleo sostenible, en el que prime lo local, poniendo en práctica aquella frase tan conocida de piensa globalmente, actúa localmente.

La preocupante realidad que vivimos nos obliga a ser imaginativos y a generar un montón de pequeñas iniciativas de regeneración de espacios naturales degradados, entornos agrícolas desatendidos y susceptibles de recuperación, caseríos tradicionales derruidos… Eso sí, deben estar regidas siempre por unos criterios científicos y técnicos adecuados y mejorar la cualificación de las personas que participan en las mismas, pues su objetivo es doble: reducir las tasas de paro, tan preocupantes en nuestros días y a la vez, contribuir a la recuperación de nuestro rico patrimonio, algo no sólo deseable sino que sí se puede hacer.

Para avanzar en la rehabilitación del territorio, para modificar la escala a la que se hacen las cosas, para conectar más y mejor con la ciudadanía y no sólo con unos pocos, como sucede ahora, se necesita que cambiemos el rumbo de la isla. Se trata de cambiar el ansia actual de megalomanía y grandes obras de infraestructura, por un modelo más seguro y de velocidad más lenta. Éste será más democrático y participativo y la ciudadanía, el medio ambiente y el mundo rural serán los principales agentes integrantes y decisorios.En definitiva se trata de que hagamos posible que lo pequeño sea hermoso y sea poderoso.


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