miércoles, 25 de agosto de 2010

Opinión. Santa Cruz ciudad infernal. Rubens Ascanio Gómez


No, no pienso hablar del calor calimoso de hace unos días ni de los múltiples escandalazos políticos que nos azotan. Hablo del infierno de verdad, el de fuego y azufre, de eso también sabemos mucho tras más de treinta años de gobierno de la derechona, tal es así que resulta que a nuestro Ayuntamiento no se le ocurre otra cosa para burlar la Ley de la Memoria Histórica que para salvar al “Monumento a Franco” endosarle un lifting de nombre por el de “Ángel caído”.

Aunque uno sea muy poco religioso, sabe que el Ángel caído es una de las denominaciones de Lucifer al ser expulsado del cielo. Cierto que le han puesto un nombre diabólico al homenaje a un gran demonio que gobernó el Estado Español durante 40 años, sin embargo uno no deja de maravillarse de las ocurrencias de nuestros munícipes.
Cuando uno mira en la web de nuestro Ayuntamiento (para ver como justifican esta “brillante” idea) se puede entender algo, ¡claro!, es que el listillo de turno usa para publicitar el monumento una foto con un primerísimo plano del ángel de la escultura, sin que –casualmente- se vea que encima de nuestro amigo alado hay un enorme señor, con espada en mano y bandera al cuello, que quiere salir volando para cortar cabezas de “rojos”.
Eso de ser la única ciudad del mundo que homenajea al “Diablo” en una de sus principales arterias no deja de ser llamativo. Yo la verdad que tal vez no sea el mejor crítico del arte, pero no acabo de entender el nombrete. No le veo a la imagen del ser alado ni cuernos ni rabo (dios no lo quiera) y si observamos la estatua nadie entenderá que pintan los escudos alegóricos a las Islas y menos aún quien es el que va cabalgando encima si el de abajo es Lucifer ¿Dios?, ¿Adán? ¿Zerolo? ¿Un señor que pasaba por allí?. Todavía, si hubiese coincidido el rebautizo con la abrupta salida de Ángel Llanos del gobierno municipal hasta se le podría ver cierta gracia al invento.
La realidad es que cualquiera que haya vivido algo de tiempo en Santa Cruz sabe que ese es el “Monumento a Franco”, una memoria colectiva que es corroborada además por las propias actas municipales de la época, que explican bien claro el origen y significado del mismo. Esa es la realidad histórica, política y artística del monumento, no hay más. En este caso tenemos claramente un Ayuntamiento que usa una treta para mantener un homenaje al dictador, saltándose la propia ley y especialmente la memoria de las miles de personas asesinadas, encarceladas, perseguidas y represaliadas en Canarias por el simple hecho de pensar diferente, por ser de izquierdas.
No nos engañemos, trasladar el monumento a un dictador hasta un museo no es una cuestión de estética artística o de revanchismo, es un ejercicio de ética colectiva que en Canarias por desgracia ha faltado a espuertas. Incluso el modesto monumento en homenaje a los miles de tinerfeños que estuvieron presos en Fyffes ha tenido que ser sufragado por un colegio de la ciudad, lo que ofrece una clara imagen de la escasa o nula voluntad política al respecto de los grupos presentes en el consistorio.
Tenemos una ciudad llena de recuerdos y ensalzamientos al franquismo, como si el dictador aún estuviese descansando en su cama del Pardo. Miles de placas con los yugos y flechas adornan las entradas de otros tantos bloques de Viviendas de Protección Oficial a lo largo y ancho de la ciudad. En algunos puntos además son acompañados por grandes estelas con el mismo símbolo y el del sindicato vertical franquista, las de Juan XXIII y la barriada de José Antonio (nombre del fundador de Falange) son buen ejemplo de ello. Pero podemos ir mucho más allá. A pocos metros de la estatua del dictador tenemos un colegio público que lleva casualmente el nombre de uno de sus confesores, el obispo Fray Albino, uno de los principales ideólogos de la “cruzada”, defensor furibundo de los fusilamientos como purificación y antisemita convencido, un centro escolar que hasta hace poco también estaba presidido por un enorme escudo preconstitucional. Pero eso no es nada, en el corazón del Toscal hay otro colegio público dedicado al fundador de las JONS, Onésimo Redondo, que junto con Falange conformó el principal partido del régimen fascista y subiendo hacia el barrio de Salamanca tenemos el CEIP José Antonio, el mismito que el de la barriada. Hasta la popular escultura del “Chicharro” está sobre la plaza de “Alférez Provisional”, cuerpo paramilitar de estudiantes creado en septiembre de 1936 por los golpistas.
Nadie nos ha preguntado en Santa Cruz por los símbolos que queremos que nos representen o a quienes debemos mantener en esa memoria colectiva que son nuestras calles, colegios y plazas. Los cambios se hacen como si la ciudadanía fuese un elemento molesto, a la que jamás se puede consultar. Todo se ha hecho por decreto, a oscuras, lejos de la gente que vive aquí.
Mientras, a todas estas, aún tenemos al último alcalde republicano electo de Santa Cruz olvidado en alguna fosa, esa es la mejor imagen que nos puede quedar sobre el ejercicio de la ética en nuestra ciudad de los infiernos.