jueves, 26 de agosto de 2010

Opinión. Pelando tunos. Paco Déniz.


Este verano anduve por oriente próximo pelando tunos. Concretamente en Fuerteventura, en un pueblito fronterizo entre La Oliva y Puerto Cabras que se llama La Matilla. Es un pueblo pequeño, familiar, de gente amable, dura, suave, con un pasado saharaui que vio nacer, criarse y trabajar a muchos de sus moradores, un pueblo acostumbrado a pensar comunal lo que debe y puede ser comunal. Las fiestas sin ir más lejos.

Allí, la comisión de festejos confecciona un programa a la medida del deseo de sus paisanos. Y la gente quiso una verbenita, un baile de Taifas, un festival de rancheras y un concurso de pelar tunos. Y fue lo que se hizo. Además, se inauguró la primera romería aderezada con una ventolera que te cambas cual cuadro de César Manrique. Se montó un jolgorio entrañable sin extraños de ningún tipo. Como en casi todos los pueblos de Fuerteventura, tras La Función se come un puchero de carne de macho criado in situ. El día anterior suele comerse el guiso (asadura), y el día de la fiesta la sopa y el puchero. Luego, postres y licores variados hasta que el cuerpo aguante. Al día siguiente: tumbo.
Allí abundan los tunos, y la competición por ver quien pela más en menos tiempo es uno de los momentos estelares. El vencedor se lleva la penca de oro. Atrae su originalidad y arraigo étnico culinario que lo convierte en algo nuestro. Otros pueblos han elevado a categoría festiva y competitiva actividades y habilidades agrícolas o pesqueras de toda la vida. En fin, que cada uno se divierte como quiere, puede y sabe. Algunos pueblos ibéricos, por ejemplo, se divierten lanzando pipas de fruta con la boca, sachos y otros instrumentos de labranza. Sin embargo, otras tribus, ibéricas también, se divierten quemándole los cuernos al toro, o lanzando animalitos del campanario de la Iglesia con el beneplácito del cura, que es el dueño de la escalera y del campanario. Un encanto de párroco con las puertas del templo abiertas a todo tipo de energúmenos dispuestos a promocionar su localidad masacrando y abusando de animalitos indefensos. Son apologetas de la tradición, como algunos iraníes y afganos lo son de la lapidación de toda la vida, o como algunos protaurinos lo son del olor a sangre de un toro aterrorizado. Por su parte, los machangos se van a Ibiza-mix. Ya lo ven, en verano cada uno se divierte como sabe, y algunas diversiones y tradiciones dan coraje. Yo prefiero pelar tunos, a ver si un día le gano la penca a Ángel Tomás.