lunes, 5 de julio de 2010

Opinión. Potajito de tres días. Paco Déniz


Una tertuliana de la radio autonómica comentaba el asunto de la crisis y dijo que, ahora, en tiempos de crisis, había que volver al potajito aunque sea de tres días. La susodicha lo decía como un descubrimiento alternativo para épocas de escasez, y todo indicaba que ella misma lo había abandonado dadas las circunstancias de abundancia recientes.

No había dudas, el potaje es cosa del atraso. Por lo visto, los que comen potaje prácticamente todos los días, y los que se lo comen al día siguiente y al tercero si queda algo, son unos atrasados, unos austeros. Yo mismo, sin ir más lejos. Miedo me da pensar el concepto que tendría de los que lo comemos con gofio amasado y un cacho de queso ¿qué somos? ¿Prehispánicos? Si le picas una cebolla roja ya te manda a la época de Hug el troglodita directamente.
Conozco a muchos prehispánicos y trogloditas que comen potaje todas las semanas. Pero ella no se ha enterado de que la gente cuando come también expresa su inercia cultural y su recorrido social y material. O se crió en una familia con prisas, o no ha leído a Marvin Harris. Probablemente la abundancia desvió su itinerario hacia el congelador del supermercado y piensa que todo el mundo ha hecho lo mismo. Lo cual no es de extrañar, pues muchos pensadores y oradores creen que todo el mundo es de su condición, y que el que sigue con las costumbres de toda la vida lo hace por intolerancia contra la comida y la estética chic.
Tampoco se ha enterado la tertuliana del precio de un potaje. Seguro que ella no hace la compra. Recomendarlo en tiempos de crisis es casi un insulto. Y eso que ahora es más barato, estamos en temporada. Si usted hace un potaje de verduras frescas, con su piñita de millo, sus habichuelas, su bubango y sus calabacines, su calabaza, su puerro, su zanahoria, sus judías, un majadito de perejil, sus papas y alguna hierba que otra, berros o acelgas, un cachito de ñame, un chorrito de aceite, etc., con menos de 10 euros no le da. Si a ello le añadimos la falta de competitividad del potaje frente a un paquete de San Jacobos, la madre cebadora optará por lo más fácil y económico, pues el potaje es caro y hay que hacerlo. Lleva su tiempo. Sólo le faltó recomendar pescado pa’ los pobres. ¡El caldo de papas es la alternativa! Papas, tomate, majadito de ajo y comino, y cebolla flotando en agua y cilantro. Y si es de extraperlo sancóchele un huevo.