jueves, 15 de julio de 2010
Opinión. Pan y circo. Juanjo Triana.
La instrumentación de los espectáculos deportivos con fines políticos es tan antigua como el deporte. Los emperadores romanos repartían comida gratis entre el populacho y organizaban costosos espectáculos circenses (gladiadores, fieras, cuádrigas, etc) para mantenerlo alejado de la política. La expresión panem et circenses (pan y circo) la introdujo el poeta romano Juvenal 60-128 DC en una de sus sátiras, donde critica a quienes pasan de política, sólo van a lo suyo “y ansiosamente esperan por sólo dos cosas: pan y circo”.
El fútbol levanta pasiones que aunque no son controlables del todo, sí pueden ser manipulables, como todo fenómeno de masas. Con mayor o menor desfachatez los políticos en el poder intentan que algo de la gloria que aureola a los héroes acabe por iluminarles a ellos también; como el presidente Rodríguez Zapatero, que organizó una rueda de prensa televisada en directo con los jugadores de la selección española en el palacio de La Moncloa, con discurso de Iniesta, como si algo del mérito del gol se debiera a su sabia gestión de gobierno.
No llega a la habilidad para el pan y circo de su colega el Sr. Berlusconi, presidente del Inter de Milán y fundador del partido político Forza Italia, lo que demuestra que los italianos modernos lo llevan en la sangre.
Más preocupantes todavía son los análisis políticos que algunos hacen del triunfo de la selección española. La prensa de derechas aprovecha la celebración de la victoria en Barcelona la noche del domingo 11 de julio para tratar de deslegitimar la multitudinaria manifestación del sábado 10 de julio en defensa del estatut, toda una lección de dignidad. El peregrino argumento es que en ambos eventos participó la misma cantidad de gente, en torno al millón y medio de personas, lo que indicaría que quienes se sienten españoles (y por eso festejan el triunfo de “la roja”) son tantos como los que se oponen al fallo del tribunal constitucional; como si tuviera algo que ver una cosa con la otra, o como si haber estado en la manifestación impidiera sumarse luego a la celebración del mundial, que también fue en gran parte un triunfo de Cataluña.
Otros consideran, entre ellos el ministro de industria Miguel Sebastián, que la euforia provocada por el triunfo contribuirá a la recuperación de la economía española. Un estudio llega a cuantificar en un 0,7% el incremento en el PIB del país por el triunfo en el mundial.
Que pudiera atribuírsele al deporte una influencia tan grande en la política no se había visto desde los tiempos del emperador Cómodo (ya saben, el de la película Gladiador). Entonces como ahora, una seria señal de decadencia.
Dicho esto, considero que el triunfo de la selección española de fútbol en el mundial de Sudáfrica es un gran logro deportivo, exclusivamente deportivo, que todos celebramos y por el que todos nos felicitamos. No creo que los patriotas canarios hayamos sufrido menoscabo por la marea de entusiasmo rojigualda que por una noche invadió las calles, ni que el reino borbónico haya quedado más fortalecido de lo que ya estaba, de la misma manera que el tsunami tricolor con siete estrellas verdes que inundó las calles de Santa Cruz el día que el Tenerife ascendió a primera (en esa lejana fecha del 13 de junio de 2009) tampoco hizo avanzar un ápice a la causa por la liberación de Canarias.