sábado, 17 de abril de 2010

Opinión. Horcón Boys. Paco Déniz


El plátano es fenomenal. Cómo te lo diría; tengo el potasio a 5. Es bueno, dulce, flexible. No hay nada como una tarde televisiva de fútbol culé comiendo plátanos amasados, o escachados con galletas y limón. Sólo me sientan mal cuando el lobby platanero canario pide más ayudas para NUESTRO plátano. Entonces comienzo a regurgitarlo. Mi familia fue toda la vida aparcera del tomate en el sur de Gran Canaria y nunca consideró el tomate como algo suyo.

Sabían que era del Conde de la Vega Grande, de los Bonni, de los Betancores y de Verdugo. Hostigamiento y miserias en el empaquetado para poder estrenar alguna que otra tripa sin usar. Con los Horcón Boys (trabajadores de las plataneras) pasa lo mismo: pringados y violentados para que Cólogan y sus amiguetes se las den de productores.
En un bar de Fuencaliente, al trasluz de la tarde que entraba por lo hondo de la barra, entraron unos horcón boys pegados a sus machetes a echarse un trago de una bebida fuerte, los mismos de la foto del siglo pasado que sorribaron las tierras de los grandes caciques de la Orotava para adaptar el terreno pa` la platanera. Los mismos que esclavizó la Marquesa de Arucas. Igualico, igualico que el difunto de su abuelico que dijera Agamenón. Con el excedente de esa explotación intensiva de territorio y mano de obra, algunos apellidos ilustres se han mesturado y enriquecido divinamente, y como quiera que, por lo visto, no lo suficiente; y en vistas de que Europa baja el arancel del plátano sudamericano, nuestros ilustres caciques invirtieron capital en aquellos países. Ahora se enriquecen a dos bandas: con las subvenciones del gobierno canario y con la rebaja de aranceles de la UE para el banano. Pero ellos siguen llorando. Ni que pelaran cebollas. En cambio, como versa la canción del amigo Arístides Moreno, los auténticos horcón boys no lloran, son dinamita.
Ya nuestro insigne Alonso Quesada reflejó en República Bananera cómo se las gastan los grandes propietarios del plátano isleño, que han logrado que uno identifique lo nuestro con un maldito plátano pinto. Quesada apuró el origen del guión perfecto de una telenovela pasional de gavilanes. Con sus cuernos, sus asesinatos, sus hembras, sus negros tiznados de plataneras, sus despedidas de soltera con embarazos no deseados y ocultados. Léaselo y comprenderá mejor al auténtico Horcón Boys en su Derby California que no irá jamás a la Universidad privada de La Orotava. Entenderá por qué los periódicos siguen jeringando con el rollo de las ayudas a nuestro plátano. Entenderá por qué, y sin quererlo, José Segura ha pasado por izquierdista.