miércoles, 14 de abril de 2010

Opinión. En apoyo de las justas reivindicaciones de los guías profesionales de turismo en Canarias. Fernando Sabaté.


El decreto 13/2010 promovido por la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias, que modifica el estatuto legal que regulaba las condiciones para obtener el título de Guía de Turismo, constituye un auténtico disparate. En lugar de avanzar en la dirección de consolidar la formación de estos profesionales en el dominio de conocimientos sobre la Naturaleza y la Cultura de Canarias, se eliminan las pruebas conducentes a demostrar que se cuenta con esta cualificación. Los ¿responsables? gubernamentales ponen así de manifiesto que no tienen ningún proyecto claro para mejorar y consolidar el principal subsector económico canario. Lejos de eso, se apuntan tardíamente a la moda neoliberal de desregular el ejercicio de profesiones y actividades económicas.

Nadie se opone a que personas de otros países puedan ejercer la profesión de guía turístico, pues de hecho ya existen muchas que lo hacen dignamente. Se trata de asegurar que, donde quiera que haya nacido una persona, y cualquiera que sea su recorrido vital anterior, si va a trabajar en Canarias como guía de turismo esté en condiciones de comunicar con el mayor rigor y calidad posible los valores culturales y naturales de nuestra tierra.
La Comunicación es consustancial al fenómeno turístico. Y dentro de la comunicación, un pilar básico y estratégico —por más que no sea el único— es el que desarrollan las personas que trabajan profesionalmente como guías. Una parte fundamental de la experiencia que reciben nuestros visitantes, de la imagen que se van a llevar a sus lugares de origen, y del efecto publicitario que allí harán de Canarias como destino turístico, tiene que ver con la labor de estos profesionales. Cualquiera lo puede comprobar: un territorio con valores, en ocasiones, difíciles de percibir, resplandece en su totalidad cuando alguien es capaz de transmitirlos de manera adecuada a través de la magia de la comunicación. Por el contrario, determinados sitios espectaculares de nuestra geografía pierden buena parte de su valor ante los espectadores cuando quien los explica no lo hace con la calidad y el rigor debidos.
Por otra parte, a medida que se desarrolla esta crisis y, a la vez, se consolida la apertura y expansión de nuevas zonas turísticas, competidoras de Canarias por los precios (en el Mediterráneo Sur, el Caribe y toda una pléyade de destinos emergentes), a la industria turística canaria se le presentan dos opciones: o sumarse a esa competición por los precios a la baja (con el resultado fácil de pronosticar); o bien apostar por consolidar y ensanchar segmentos de mercado que supongan una recualificación creciente del producto turístico canario, sin orientarse expresamente hacia el turismo de élite (para lo cual tenemos escasas posibilidades, y tal vez ni siquiera resulta en sí mismo recomendable). Esta recualificación debe ir en el sentido de vincularlo cada vez más a conceptos como naturaleza, cultura, patrimonio local y calidad ambiental, además del esfuerzo por prolongar la duración de la estancia. La oferta turística canaria debe prestar seria atención a los cambios que se verifican en las demandas socioculturales de los colectivos que nos visitan. Cambios que van en la línea de una sensibilidad ambiental creciente, unida al deseo de conocer una cultura con personalidad propia, lejos de los clichés al uso en todos los destinos turísticos masivos del Mundo.
Por todas estas razones, el decreto 13/2010 que promueve el Gobierno de Canarias sienta las bases para un deterioro de la calidad del servicio, y un perjuicio económico innegable para aquellos Guías de Turismo, con larga trayectoria y que, con independencia de su lugar de origen, han efectuado un esfuerzo muy notable por formarse en el conocimiento de las particularidades de Canarias. Sin duda, de consolidarse este proyecto legislativo se producirá un injusto agravio comparativo respecto a los nuevos guías a quienes no se exigirá que demuestren tener ningún tipo de cualificación al respecto.
No es fácil encontrar una definición mejor y más precisa para la calidad turística, que la que realizó el escritor José Saramago mientras residía en Lanzarote: “Turismo de calidad es aquél que visita los lugares que se respetan a sí mismos”. En este respetarnos a nosotros mismos, debemos reconocer que un paso esencial consiste en asegurar la debida cualificación de las personas que transmiten a los visitantes turísticos la Naturaleza, la Historia y la Cultura de este singular paisito nuestro.