martes, 22 de mayo de 2007
27 de mayo: las voces y los ecos
Isabel Medina. Escritora y candidata de Alternativa Sí se puede por Tenerife al Cabildo
En este mercado del voto donde todo el mundo vocifera y nadie escucha a nadie, pergeñar una reflexión aunque sea mínima, es una peligrosa aventura pues, sin pretenderlo, se contribuye a aumentar los decibelios y la confusión.
Sin embargo, y pese a la contradicción evidente (nuestra especie sabe mucho de eso) quiero apalabrar algunas ideas, a sabiendas de que el material que utilizo procede de un difícil reciclaje. Quiero decir que ese basurero donde hemos tirado las palabras, probablemente el material más valioso que podemos utilizar, es un lugar desagradable donde la prostitución afecta a cualquier artículo despistado, un verbo insolente o un sustantivo fuera de cobertura.
Sin embargo, vivimos aquí y ahora. Este es nuestro mundo y esta es nuestra tierra y decimos que nos duele una naturaleza que se deteriora rápidamente. Se contaminan el aire, el mar, los acuíferos, nuestras costas amasan alturas de cemento, la riqueza se amontona en pocas manos mientras el paro, la exclusión social, la pobreza, etc. avanza en una sociedad que adora el brillo mediático y el consumismo sin freno.
Y es en este panorama donde el reloj de la política ha marcado una fecha: el 27 de mayo. De repente y sin que pudiéramos evitarlo, el surrealismo ha tocado a las puertas del cielo y vemos como alcaldes que nacieron con los pañales del poder puestos en su noble sitio, son capaces de dar de comer a todo el pueblo, concientes de que ya no valen las ideas, que no interesan las propuestas, sino que en lugar de las humildes lentejas, se compran los votos con suculentas paellas, sabroso pescado salado, papas arrugadas y todos los entrantes y salientes de una política de instintos primarios que deteriora la calidad de una democracia que a estas alturas de la historia debería tener ya un cierto refinamiento.
En este vociferante mercado donde nadie escucha a nadie se va a lo seguro: a las tripas.
Y nos preguntamos. Supongo que muchos nos preguntamos de dónde salen los euros, qué color tienen los euros, quién o quienes deben pagar esas facturas astronómicas de euros… ¿será verdad, nos atrevemos a pensar, que los partidos, que tanta ilusión generaron cuando solo había un “entero”, se han convertido en maquinarias de poder cuyo único objetivo es mantenerse eternamente? ¿Y qué ocurriría si pensáramos que los políticos y los empresarios forman una indisoluble pareja de hecho? ¿Qué hijos engendrarían? ¿Sería, acaso, la corrupción?
Ante este panorama, ¿qué podemos hacer? ¿Dejamos que la apatía y el desánimo nos marquen el camino? Decía Gandhi que “quien no ayuda a empujar la rueda del vasto mundo está labrando su vergüenza y su perdición”, ¿será esa razón suficiente para coger nuestra parcelita de responsabilidad y, subidos a un cartel electoral, intentar empujar unos milímetros la rueda del mundo?
Indudablemente la sonrisa ya habrá aparecido en los labios de algunos. De mucho tal vez, pero nosotros creemos en el derecho a la utopía que nos dice que lo imposible está al alcance de la mano y que es precisamente ese buscar lo inalcanzable lo que hecho avanzar a la humanidad.
Lo creemos por los más jóvenes. Por los que aún no han nacido. Por el mundo que tenemos que administrar, por la tierra que hemos de cuidar porque no nos pertenece.
Por todo, nosotros decimos ¡Sí se puede!
Porque estamos condenados a la esperanza creemos que Sí Se Puede luchar por otro mundo más justo, más limpio, más habitable.
Pero también es cierto que en este escándalo que forma el mercado del voto es muy difícil separar, como diría el poeta Machado “las voces de los ecos”.
La peor gestión es la que no se hace. Nosotros lo intentamos convencidos de que… ¡Sí se puede!
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