En su permanente táctica de enredar, de complicar los conceptos, la Red Avante Canarias y demás defensores del proyecto de puerto en Granadilla, parecen confundir el sentido de esa conocida frase que dice: "La mejor defensa es el ataque". Por eso, argumentan que lo mejor para defender el medio ambiente, es atacarlo, y corregir después los desperfectos. Peregrina teoría, sin duda. Pero no se puede entender de otra manera el sentido de todas las afirmaciones que Avante Canarias acaba de resumir en un reciente artículo, en el que quieren dar la falsa impresión de que el medioambiente en el sur de Tenerife quedará mucho mejor sin primero nos lo cargamos y después lo corregimos.
Y, desmontado el primer argumento, seguiremos con otros razonamientos. Porque, en el supuesto imposible de que las pretendidas medidas correctoras que incluye el irracional proyecto de Granadilla fueran viables, nadie habla de su descomunal coste. Alguien tendría que pagar el By Pass de arena, los muros, los trasplantes de flora submarina, los traslados de LICS y demás extravagancias. Todos los recursos necesarios deberán salir de la explotación y, en consecuencia, habría que elevar las tarifas a niveles que anularían toda posibilidad de operación competitiva, si ella existiera.
Pero, además, los de Avante Canarias siguen imperturbables en su actitud de no responder a los cuestionamientos que se les hacen. Ellos pretenden reducir la oposición al proyecto de puerto en Granadilla, a los aspectos medioambientales; y se empeñan inútilmente en demostrar que el tremendo efecto que tendría ese proyecto sobre el territorio puede mitigarse. Cosa, que, repetimos, no es verdad, porque las medidas correctoras son de tan alto coste que no podrían mantenerse. Al final, de una manera o de otra, lo de Granadilla terminaría como lo de Arinaga, un puerto desierto, después de haberle inflingido un daño irreparable al territorio y a la estabilidad social, comercial y laboral de Tenerife. Y después, eso sí, de haber engordado fuertemente los beneficios de los cuatro que quieren construir a toda costa ese puerto inconcebible.
Pero Avante Canarias no quiere –porque no puede– contestar a lo que se les argumenta: Que los efectos medioambientales no son la causa principal de la oposición al Puerto de Granadilla. Que lo que hace inconveniente a ese proyecto es su imposibilidad física de operar y su absoluta ausencia de futuro comercial. Lo que se les dice, y demuestra, es que un puerto en el que no se puede fondear, sometido a un régimen de vientos inaguantable y situado a 50 kilómetros de otro puerto capaz y eficaz, no tiene ninguna opción ni operativa ni comercial. Cosa demostrada, simplemente, porque no hay una sola armadora que haya mostrado su interés –mucho menos su intención- por venir a ese puerto fantasma y por la inexistencia de un estudio de factibilidad que pueda demostrar lo contrario.
De esto tienen que hablar los de Avante Canarias y dejar el guineo de pretender hacer pasar como medioambientalmente aceptable un proyecto que atropella el territorio y se propone competir directamente con una fuente de empleo y riqueza real, como es el Puerto de Santa Cruz. Que sí tiene quien lo defienda.
Juan Martín Vega