martes, 29 de diciembre de 2009
Opinión. Algo huele mal en Dinamarca. José Luis Hernández.
En su tragedia más conocida Shakespeare pone la frase del título en boca del príncipe Hamlet, y en estos días se debe estar repitiendo hasta la saciedad en muchos artículos y foros para hacer referencia a lo que sucedió en Copenhague con la frustrada cumbre del clima.
Por lo visto con la brutal represión policial ejercida contra los manifestantes ecologistas y los “antisistema” (los que se la juegan para salvar el verdadero sistema: nuestro planeta), por la forma en que se modifican las leyes para permitir “detenciones preventivas”, por el régimen de asilamiento carcelario que le han impuesto al presidente de Amnistía Internacional en España por sacar una pancartita en el palacio real, si Dinamarca no apesta a nación autoritaria, está haciendo méritos para parecerlo.
¿Se imaginan la ofensiva brutal que estarían montando los medios españoles, sobre todo del conglomerado de la extrema derecha y de los centristas acomplejados o agraviados por los negocios que ZP les ha fastidiado, si ese hecho hubiese ocurrido en Venezuela, por ejemplo? Pero sucede en uno de los países más desarrollados de la Tierra, con una democracia con pedigrí y se paga el peaje con hipocresía.
Esa servidumbre también obliga a que casi todos los medios influyentes hayan silenciado el muy aplaudido discurso pronunciado por Hugo Chávez ante los líderes mundiales, que pasará a los anales como una alocución histórica cargada de hirientes verdades.
El líder bolivariano tuvo el olfato para percatarse de que lo que se cocinaba en Dinamarca olía a podrido y para posicionarse como abanderado contra la opera bufa que allí se representaba. Habló sobre la dictadura imperial que impuso un documento venido de la nada, a espaldas de la inmensa mayoría de naciones y en contra del que se estaba negociando desde hacía dos años, del fantasma que recorre Copenhague, que no es otro que el capitalismo, de que no hay que cambiar el clima, sino el sistema, del modelo de desarrollo destructivo que lleva el planeta a un callejón sin salida, de cómo los ricos destruyen la tierra en nombre del desarrollismo y la desigualdad, del peligro inmediato que corren los estados insulares, del injusto reparto de la riqueza y el bienestar en el mundo, de la necesidad de un documento que comprometa a los poderosos a evitar la catástrofe climática , del escaso recorrido que tiene la máxima capitalista de pensar que una Tierra finita pueda soportar proyectos de desarrollo infinitos, de que era hora de levantar las banderas de la igualdad, el amor y la justicia y de salvar al ser humano, una especie en serio peligro de extinción.
Elena Espinosa, ministra española de medio ambiente, que no es capaz de entender a su jefe con el enigma del viento y la Tierra y que debe sufrir autismo, responsabiliza a Hugo Chávez y a Evo Morales del fracaso de la cumbre (hay que morderse la lengua para no contestarle lo que se debe). El conjunto de rock “Siniestro total’ hace tiempo que hizo famosa una canción titulada “Algo huele mal en Dinamarca”. Una premonición, tanto por el tema, como por el nombre del grupo.